jueves, 14 de mayo de 2009

Todo debe cambiar para que todo siga igual




Hace tiempo que quería dedicar mi blog a uno de los mejores directores de la historia del cine: Luchino Visconti.

Visconti era un aristócrata, un milanés que coqueteó con el fascismo para acabar convirtiéndose en un comunista convencido. Un hombre arraigado en los antiguos valores elitistas del Milán de principios de siglo veinte y que dedicó toda su vida al cine, la ópera y el teatro. Su obra es inimitable, y refleja a un hombre apasionado y amante de la belleza. En sus inicios se situaron sus obras dentro de la corriente cinematográfica vigente en la Italia de los años 40: el neorrealismo italiano. Así, sus primeras obras como Ossesione (1942) o La terra trema (1948) se enmarcan dentro del neorrealismo, un camino que seguiría en algunas de sus otras obras como Rocco y sus hermanos (1960) pero que abandonaría en películas como Senso (1954) o La caída de los dioses (1969).



Burt Lancaster con Claudia Cardinale en El Gatopardo

Yo descubrí a Visconti cuando vi por primera vez una de sus mejores y más célebres películas: El Gatopardo (1964). Me gustan las películas históricas, pero sobre todo si están tan bien ambientadas y tan bien narradas como esta espectacular recreación de la Sicilia del Risorgimento. El Gatopardo es una adaptación que hizo Visconti de la obra literaria de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y en la que se nos cuenta la decadencia de la clase aristócrata italiana en los nuevos tiempos que llegaron a Italia en el siglo XIX. El declive de la aristocracia está reflejada en la figura del príncipe de Salina, un inolvidable Burt Lancaster, que ve como todo su mundo se hunde y está al borde de la desaparición, al igual que él.

El Gatopardo es la historia de una decadencia, y es que Visconti tenía un don para reflejar este sentimiento en sus películas. Quizá porque él mismo se veía de algún modo como el príncipe de Salina y también tenía la sensación de que él envejecía mientras los tiempos y todo lo que él había conocido cambiaba.

Una escena de El Gatopardo

Otra obra maestra de su filmografía es Muerte en Venecia (1971), también una adaptación literaria. Esta vez Visconti adaptó al cine la obra literaria de Thomas Mann, y creó una película donde la decadencia humana es el fruto de la búsqueda de la belleza absoluta que un desdichado artista cree que encontrará en un hermoso joven. La agonía del artista, interpretado por Dirk Bogarde, viene acompañada de manera magistral por una todavía más decadente Venecia y la abrumadora quinta sinfonía de Mahler.

El Gatopardo y Muerte en Venecia son, a mi parecer, dos grandes obras maestras del cine europeo; dos películas muy distintas pero contadas por la misma mirada perfeccionista y perturbadora de un gran director.


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